Ficool

Chapter 159 - Capítulo 3.50: Un Respiro Junto a la Laguna

La noche en el bosque de Mountain forests era profunda y silenciosa, rota solo por los sonidos distantes de la vida salvaje y el murmullo del viento entre los pinos. Arkadi, el Sabio Arcano, yacía en su saco de dormir improvisado, el peso de la conversación nocturna con Ryuusei aún resonando en su mente. Las profecías que había compartido eran cargas pesadas, ecos del futuro que se negaba a permanecer oculto. Y como a menudo ocurría después de tales discusiones, los portales oníricos se abrieron con una claridad aterradora.

Cayó en un sueño que no era descanso, sino visión.

Se vio a sí mismo observando desde la distancia. La Operación Kisaragi estaba en marcha. Vio a los miembros del equipo, cada uno un punto de poder y caos, moviéndose con un propósito sombrío a través de un paisaje devastado que reconocía con horror como Japón. Las explosiones de Chad iluminaban un cielo cubierto de humo.

La velocidad de Bradley era un rastro borroso de destrucción. Los ataques de tierra y metal de Brad remodelaban el campo de batalla. Las marionetas de Kaira se movían rígidamente contra sus antiguos aliados.

El tiempo de Ezequiel fluctuaba, creando zonas de confusión y carnicería. El veneno de Amber Lee se extendía como una plaga silenciosa. La furia de Aiko era una tormenta imparable en el cuerpo a cuerpo. Y en el centro de todo, Ryuusei, una sombra enmascarada, un torbellino de dagas y martillos.

Entonces, la visión se precipitó hacia un torbellino de destrucción, un espectáculo salvaje y horrendo. Vio a Aurion. El Héroe Número Uno, una figura de luz abrasadora, pero que en ese sueño, esa luz solo servía para iluminar la atrocidad. Y vio a Ryuusei. La sombra enmascarada, el líder de los marginados, reducido a poco más que una víctima en medio de un ciclón de violencia.

Vio la carne de Ryuusei ser abierta en tajos anchos y profundos, como si un carnicero invisible estuviera trabajando con saña. Vio los músculos desgarrados, expuestos, fibrilando antes de ser también hechos pedazos. Vio huesos romperse con sonidos húmedos y horribles, saliendo de la piel en ángulos imposibles. Vio la sangre salir a chorros, a manguerazos, empapando todo a su alrededor, una marea carmesí que reflejaba el cielo roto.

Y lo peor, lo que heló la sangre de Arkadi hasta la médula de sus huesos oníricos: vio los órganos internos de Ryuusei, no solo expuestos, sino parcialmente aplastados, desgarrados, algunos colgando grotescamente mientras Aurion seguía golpeando. Vio el intestino, el estómago, quizás un riñón... vísceras convertidas en materia a medio destruir, bañadas en la mucha, mucha sangre que cubría la escena. Era una imagen cruda, brutal y nauseabunda, que iba más allá de cualquier herida mortal que Arkadi hubiera presenciado. Era aniquilación en su forma más repulsiva.

Pero, en el pico de este horror, la visión se cortó. Abruptamente. Como si el propio sueño no pudiera soportar más o no le estuviera permitido ver el final. Se detuvo con la imagen de Ryuusei reducido a una masa sangrienta e irreconocible. Arkadi no vio quién dio el golpe final. No vio si Ryuusei, de alguna manera, sobrevivió a esa masacre, o quién, en ese infierno, salió ganador. Solo le quedó la persistente, punzante y sangrienta certeza de la muerte terrible y violenta que había vislumbrado para su joven líder.

La visión cambió.

El escenario se volvió menos caótico, más... personal. Vio a Ryuusei de nuevo. Y a su lado, una figura. Una mujer hermosa con un largo cabello blanco ondeando como una cascada de luna. No vio su rostro. Estaba borroso, o quizás... no le era permitido verlo.

Pero Arkadi lo supo con la certeza de la magia: esta era la chica de la profecía. La destinada a estar con Ryuusei. La que daría a luz a los hijos con la fuerza de muchos dioses. Su presencia era una luz tenue en la oscuridad de las otras visiones.

El sueño se retorció de nuevo. Vio el cielo. Un desgarro. Y del cielo, seres extraños caían. Figuras que no pertenecían a este planeta, descendiendo con una intención sombría. Cayendo en picado hacia el norte de Japón. La amenaza espacial, tan real como la sangre en el suelo.

Otra imagen. Dolorosa. Una figura familiar. Alguien a quien reconocía... o que Ryuusei reconocería. Dando la espalda. Un acto de traición. No vio quién, solo la sensación hiriente del puñal clavado desde dentro de la Operación.

La visión final. La más personal para Arkadi. Se vio a sí mismo. Débil. Agotado. Y a su alrededor, la oscuridad cobraba forma. Cinco seres. No los conocía. Sus rostros... horribles, retorcidos en burlas. Se reían de él. Se reían de su poder. Se reían mientras su esencia se desvanecía. Era su propia muerte. Un final oscuro y humillante.

Pero justo cuando la visión se desvanecía, cuando la oscuridad lo reclamaba, un pensamiento final, una realización, brilló en su mente arcana: "Al menos ya recibió mi mensaje". El mensaje. Las profecías que compartió con Ryuusei la noche anterior. Incluso si él moría así... la advertencia había sido dada.

Arkadi despertó.

Su cuerpo no estaba sudado ni temblaba físicamente, pero por dentro... por dentro estaba gritando. El horror de las visiones, la claridad de la muerte de Ryuusei a manos de Aurion (o casi), la traición, la invasión espacial, y su propio final ignominioso... todo se estrelló contra él. La belleza serena del bosque nocturno parecía una burla. El Sabio Arcano, el que veía el futuro, sintió un miedo helado y primigenio.

Se sentó, respirando con dificultad en la oscuridad. El "mensaje" al que se refirió en el sueño...

¿era la conversación con Ryuusei?

¿O había algo más que debía haber dicho?

La frase final de su propia muerte en el sueño resonaba con un significado críptico.

Miró las brasas del fuego menguante. Miró hacia donde dormía el resto del equipo, meras figuras en la oscuridad.

¿Cómo podía compartir el peso de lo que acababa de ver?

¿La masacre de su líder a manos del Héroe Número Uno?

¿La traición desde dentro?

¿Su propia muerte burlona?

No. No ahora. Quizás nunca la parte de su propia muerte.

Decidió. El conocimiento era una carga solitaria. No podía asustarlos así. No aún. Debía procesarlo.

La oscura pesadilla de Arkadi, el Sabio Arcano, se convirtió en su secreto.

El sol de la mañana se filtró entre las copas de los árboles, suave y dorada. El aire era fresco y prometedor, despojado de las sombras de la noche y los terrores oníricos. El campamento comenzó a despertar lentamente. Arkadi, a pesar de la pesadilla que lo había asaltado, se movió con su calma habitual, aunque sus ojos llevaban el peso de haber viajado a través del tiempo en su sueño.

Pronto, la actividad se centró alrededor de la laguna mencionada por Ryuusei. La belleza del lugar a la luz del día era innegable. El agua cristalina, rodeada de la exuberante vegetación del bosque ancestral, invitaba a un respiro. Y el equipo de la Operación Kisaragi, una fuerza letal y peligrosa, decidió, quizás por instinto colectivo o por una necesidad tácita, tomar un momento de paz antes de sumergirse de nuevo en la oscuridad de su misión.

Fue un día que contrastaría brutalmente con el futuro que Arkadi había vislumbrado.

Algunos se acercaron al agua. Bradley, incapaz de quedarse quieto, probó la superficie con su super velocidad, creando leves ondas que se disipaban al instante, disfrutando de la pura sensación de movimiento en ese entorno natural. Brad se sentó en la orilla, sintiendo la tierra bajo sus manos, quizás dando forma a pequeñas figuras de barro o simplemente conectado con el suelo. Sylvan se sentó con parte de sus "pies" en el agua, su masiva figura inmersa en la tranquilidad del lugar, pareciendo más un árbol antiguo que un guerrero.

Otros conversaban en pequeños grupos. Aiko y Kaira, a pesar de la diferencia de edad, parecían congeniar, Aiko con su lealtad abierta y Kaira con su observación tranquila, quizás hablando de sus experiencias o simplemente disfrutando de la compañía mutua lejos de la tensión. Amber Lee se sentó un poco apartada, sus ojos agudos observando el entorno, quizás estudiando la flora cercana, su mente activa incluso en la relajación, o afilando una de sus flechas de ballesta con movimientos sutiles.

Chad se sentó solo junto al fuego menguante, la intensidad en sus ojos nunca disminuía por completo, incluso en un momento de calma. Quizás miraba las brasas, recordando fuegos de destrucción pasados, o simplemente disfrutando de no tener que contener su poder por un instante.

Ryuusei no participó activamente en las actividades acuáticas o en las conversaciones grupales. Observó a su equipo desde la distancia, sentado bajo la sombra de un gran árbol. Su máscara estaba ligeramente levantada, revelando solo la parte inferior de su rostro, pero sus ojos dorados detrás de ella veían todo. Permitió este respiro. Era consciente de que momentos como estos eran raros y preciosos para ellos. Una calma antes de que el río del destino, del que Arkadi había hablado, los arrastrara de nuevo hacia la violencia y el caos.

Arkadi, después de su aterrador sueño, pasó gran parte del día sentado junto a la laguna, meditando. Observaba a los demás, las visiones de la noche aún frescas y dolorosas. Vio a Ryuusei observando al equipo, ajeno a la masacre que Arkadi había presenciado en su sueño. Vio a cada miembro, conscientes de sus propios poderes y pasados, pero inconscientes de los hilos invisibles de la profecía que los conectaban a todos, y a los terrores que les esperaban. Mantuvo su secreto, el peso de lo que sabía una carga solitaria y terrible en ese hermoso día. Al menos... la advertencia general de la noche anterior sí había sido dada.

More Chapters