Ficool

Chapter 29 - Genial. Ahora sí parezco el protagonista genérico número 845

La luz azul que envolvía a Hideki finalmente comenzó a disiparse, como si los efectos especiales de bajo presupuesto hubieran llegado a su límite. Frente a sus ojos, se desplegaba un paisaje casi sacado de una postal cursi: campos verdes hasta donde alcanzaba la vista, montañas majestuosas que parecían pintadas a mano y un cielo tan azul que daba náuseas.

Coros celestiales —que seguramente se cobraban por hora— cantaban melodías gloriosas que acompañaban su llegada.

Era, en resumen, la típica escena de "Bienvenido a otro mundo" que todo otaku soñaría...

Excepto que Hideki no parecía impresionado en absoluto.

—Tch... demasiada luz, demasiado drama —gruñó, llevándose una mano a los ojos—.

¿Dónde están las recepcionistas voluptuosas que me prometieron? ¿Y el sistema que debería lanzarme un tutorial molesto?

Miró a su alrededor, esperando encontrar un hada, un sabio, un dios local, algo.

Pero no había nada.

Sólo un campo vacío, una ligera brisa... y un trozo de papel clavado en el suelo frente a él.

Frunciendo el ceño, se acercó y lo leyó en voz alta:

"Bienvenido, héroe. Busca tu propio camino. Atentamente: Las diosa de la muerte y la vida."

Hideki soltó una risa seca.

—Ni siquiera dejaron un mapa. Qué servicio de mierda.

Chasqueó la lengua, se estiró con pereza, y empezó a caminar en dirección aleatoria.

—Bueno... si el objetivo era tirarme en medio de la nada para ver cuánto tardo en morir, felicidades: empezaron fuerte.

Y así, con una mezcla de sarcasmo y resignación, comenzaba la "gran" aventura de Hideki en su nuevo mundo.

Mientras pateaba piedras y maldecía la falta de civilización, Hideki notó algo raro: una ventana azul flotando frente a su cara, como una notificación de juego barato.

¡Felicidades! Has desbloqueado el "Sistema del Espíritu de las 7 Espadas". —¿Deseas activar tu primer poder especial?—

[Sí] [No]

Hideki levantó una ceja.

—¿En serio? ¿Así de fácil? ¿Dónde está el drama, los sacrificios, la música triste?

¡Esto parece un gacha de móvil!

Sin pensarlo demasiado, pulsó "Sí" como quien acepta los términos y condiciones sin leer.

De inmediato, un resplandor descomunal estalló alrededor de él, lanzándolo varios metros hacia atrás.

Cuando abrió los ojos, tenía en sus manos una espada enorme, decorada de forma tan exagerada que parecía salida de un anime de los años 2000: dragones dorados, piedras brillantes, runas que giraban solas.

Hideki la observó en silencio... luego suspiró.

—Genial. Ahora sí parezco el protagonista genérico número 845.

Sólo me falta el harén de chicas y las decisiones estúpidas.

Intentó mover la espada, pero pesaba como un camión blindado.

—...¿No se suponía que era OP?

De fondo, los coros angelicales seguían sonando como si fuera el héroe más increíble del universo.

Hideki solo alcanzó a murmurar:

—No sé qué es más ridículo... el mundo, la espada, o el hecho de que estoy empezando a disfrutarlo.

Aún forcejeando con la espada decorativa tamaño autobús escolar, Hideki intentó apoyarla en el suelo...

Pero en cuanto la punta tocó la tierra, una onda de energía se disparó como una bomba nuclear.

—¿Eh?

El campo verde frente a él explotó en una nube de polvo y humo, mientras árboles, piedras e incluso ardillas desprevenidas salían volando como si los dioses hubieran jugado a los bolos.

Cuando el humo se disipó, había un enorme cráter donde antes había pasto y flores.

Hideki miró la escena, todavía sosteniendo la espada, boquiabierto.

—...¡Ah, carajo! ¿¡Qué clase de arma de destrucción masiva me dieron!?

Una nueva ventana azul apareció flotando frente a él:

¡Has activado sin querer "Destructor de Horizontes - Versión Beta"!

¡Felicidades! Has devastado una zona natural protegida. Eco-puntos: -9999.

Hideki parpadeó.

—¿Qué diablos son los eco-puntos? ¿¡Ahora también tengo que preocuparme por Greenpeace!?

En ese momento, un pequeño grupo de NPCs campesinos apareció corriendo desde la distancia, mirando el cráter en pánico.

Uno de ellos, un anciano encorvado, gritó:

—¡Un demonio! ¡Un demonio ha caído del cielo! ¡Corran por sus vidas!

Y en menos de un minuto, Hideki fue declarado "enemigo natural de la aldea" sin siquiera haber saludado a nadie.

Él se limitó a encogerse de hombros.

—Primera lección de este mundo: si haces algo épico... asegúrate de tener a alguien que te aplauda, no que te queme en la hoguera.

Y con eso, empezó a caminar en dirección opuesta a los campesinos histéricos, mientras pensaba:

"Maldita sea... todavía ni aparece mi primera waifu y ya quieren lincharme. Excelente comienzo, Hideki, excelente."

Luego de caminar un rato —esquivando las miradas asesinas de los aldeanos— Hideki se sentó bajo un árbol medio chamuscado (cortesía de su primer ataque sin querer).

Abrió el "Sistema" para revisar sus habilidades, esperando encontrar algo impresionante.

Pero lo primero que vio fue:

Título obtenido: "El Destructor de Aldeas Inocentes".

Recompensa: Una piedra bonita (pero inútil).

Hideki golpeó su frente contra el árbol.

—Genial. Ni cinco minutos en este mundo y ya tengo peor reputación que un político corrupto.

Mientras mascullaba insultos, el cielo se oscureció y, para su horror, empezó a llover.

Una lluvia fría, miserable, como si el mismo universo se burlara de él.

—Perfecto. Solo me falta un cuervo cagándome encima para completar el combo de desgracias —gruñó, mirando hacia arriba con resignación.

En ese momento, algo cayó de los cielos.

Pero no era un cuervo. Era una carta flotante, dorada y con sellos mágicos.

Hideki la atrapó al vuelo.

Al abrirla, leyó en voz alta:

"Querido Héroe:

Su presencia ha sido detectada por las Reinas del Continente.

Prepárese para morir... o algo peor: ser forzado a comprometerse políticamente."

Hideki soltó la carta, que se desintegró en el aire como confeti barato.

—...¿¡Comprometerme políticamente!?

¡Eso sí que da más miedo que pelear con un dragón!

Y así, empapado, con mala fama, y con cero waifus en su lista, Hideki emprendió su primer camino en el nuevo mundo.

No por gloria.

No por honor.

Simplemente porque quedarse quieto, empapado y miserable, era aún más patético.

More Chapters